El hecho de que ya no tengamos el terreno
olímpico donde buscar a los dioses no significa que los dioses hayan dejado de
existir. Las fuerzas que representan se expresan de la manera más comprensible
para nosotros: psicológicamente, como modo de comportamiento.
Tal como lo expresó el psicólogo Carl Jung,
hace tiempo: no creemos en la realidad del Olimpo, y por lo tanto, para
nosotros, los dioses griegos perduran hoy en día como síntomas. Ya no tenemos
los rayos de Zeus, tenemos dolores de cabeza. Ya no tenemos las flechas de
Eros, tenemos anginas. Ya no tenemos el éxtasis divino de Dionisos, tenemos el
comportamiento adictivo. Aunque ya no reconocemos a los dioses, experimentamos
sus poderosas fuerzas.
Jung llamaba a las fuerzas que hay detrás de
dichos síntomas arquetipos
–literalmente “primeros patrones”- cianotipos de los impulsos y cualidades
humanas básicas que todos compartimos. Tenemos tendencia a considerarnos
individuos únicos, y hasta cierto punto lo somos. Pero dentro de nuestro yo más
profundo, poseemos también una pluralidad de impulsos y comportamientos, que
expresamos cada cual a su manera.
Jung consideraba a los dioses griegos perfectos
arquetipos porque sus imágenes eran distintas y previsibles. Nunca se salían
del modelo.
Los patrones y formas básicos del
comportamiento humano no cambian, simplemente se visten con las ropas y
costumbres de un determinado tiempo y lugar.
El inconsciente colectivo es la fuente de
nuestro alimento espiritual y psicológico, la materia con la cual están
formadas nuestras vidas internas.
Cuando un mito trasciende la mera narración y
cobra auténtica vida para nosotros, podemos llevar a cabo un verdadero cambio
personal. Cuando empezamos a entender los mitos a ese nivel profundo,
establecemos comunicación entre nuestro yo consciente y el inconsciente,
adquiriendo importantes penetraciones (insights)
y enriqueciendo nuestras vidas.
¿Cómo se comunican estos dos yoes tan
diferentes? Jung observó hace tiempo que el ego tiene la misma relación con el
inconsciente colectivo que un corcho con el océano sobre el cual flota, con una
excepción importante: El ego posee una
conciencia. Puede tener diálogo con el inconsciente. Durante dicho diálogo,
podemos empezar a dar un paso en el viaje hacia la integridad.
(Fuente: "Éxtasis" por Robert Johnson, Ed. Kairós)
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