Pensar IV


Enamoramiento y, vacío y seducción


El temor a la separación proviene desde el nacimiento. Encontrar un amor alimenta la ilusión de que podría corregirse un vacío estructural básico.

Siempre estamos impulsados internamente a encontrar lo que nos falta.

Así, cada experiencia de amor corresponde a una necesidad individual.

El amor es el encuentro de dos soledades.

Si termina, no hay nada que lamentar, porque el ser amado, mientras estuvo, llenó nuestro vacío.

Si se está pasando por un período en el que la carencia se siente de forma aguda, el otro se transforma en fuente de esperanza: la promesa de que me convertiré en alguien completamente nuevo.

Por lo tanto, aprendamos a soportar la privación, pues el vacío es estructural  a nuestra experiencia humana de existencia. La totalidad no existe, su sed es ilimitada. Cuando sentimos que el vacío se ha llenado nos estamos engañando a nosotros mismos.

La personalidad solo se desarrolla por el acicate de aquello que nos falta.

La imagen que nos sedujo en el amado es en realidad una imagen interior propia, de uno mismo. Lo que fascina es la promesa que el otro representa.

Tristán ama el sentirse amado, mucho más de lo que ama a Isolda. Isolda está contenta con un sueño apasionado. Se necesitan para arder, pero no al otro como es en realidad. Así, somos seducidos por la propia imagen, no por el amado, caigo seducida en aras de la realización de mi propio mundo interior. El amado sólo es el incentivo para caer, pero es algo dentro de mí lo que muerde el anzuelo.

Sólo el amado, único e irremplazable puede evocar al ser latente que está en mí.

“Tu eres mío” expresa tiernamente una necesidad psicológica vital que cada uno tiene del otro.

En la relación se acepta que la totalidad no existe.

La seducción se basa en una ilusión, con una realidad subjetiva, encarnada en una imagen.

Somos un objeto para el otro. A diferencia de en la relación yo-tu donde cada uno es sujeto para el otro.

En la seducción el sujeto se convierte en un objeto fantasma. Pero esto es fundamental para la transformación y el autoconocimiento, y por tanto en esto es similar a la relación yo-tu.

La imagen del otro que me seduce, si la capto, será la clave para entender mi conducta. Así, el otro es la luz que enciende mi mundo bajo el impulso de mis necesidades, nos permite comprender aspectos propios que eran desconocidos (la sombra).

Es el propio inconsciente el que impulsa, como un espejismo, a ver en el otro una imagen que me cautiva, por la falta de definición del otro (que es un misterio).

La seducción es el alma preferida en la relación:

               desde que nacemos empieza el proceso de seducción

               lo cual condiciona y moldea las relaciones futuras

               es un rito cada vez que conocemos a alguien

               y lo que nos seduce es la imagen que llevamos dentro,

lo que crea el interés irresistible es la interrogante planteada por el otro sujeto, y yo debo soportar su peso, porque el otro no puede ser totalmente resuelto ni comprendido (tal como yo lo soy)


               Te conocí, porque al mirar la huella

               de tu pié en el sendero

               me dolió el corazón que me pisaste.

               Corrí loco; busqué por todo el día,

               Como un perro sin amo.

               … ¡Te habías ido ya! Y tu pié pisaba

               en mi corazón, en un huir sin término,

               como si él fuera el camino

               que te llevaba para siempre…

 

                              Juan Ramón Jimenez “La poesía del amor”


… y uno se engaña pensando que el seductor puede proporcionar las respuestas que necesitamos. El seductor no habla, pero expresa su presencia, mientras que el hechizado persigue al otro y trata de encontrar satisfacción en cualquier cosa que pueda ser comprendida por intuición.

El amado es seductor porque nos deja adivinar, pero sólo entendemos al otro en la medida en que él o ella ya sea parte de nosotros.

               Los ojos nos hablan porque ese lenguaje fue el primero que aprendimos.

Ese algo que buscamos en el otro es la raíz de nuestro ser.

Sólo a través del amor podemos llegar a conocernos realmente. La experiencia de seducción que coincide con el tomar conciencia de nuestro propio mundo interior.


(Notas tomadas del libro “Eros y Pathos” de Aldo Carotenuto. Cuatro Vientos Editorial. Chile, 1996)

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